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Los 10 hábitos para mejorar el liderazgo en las empresas

Los 10 hábitos para mejorar el liderazgo en las empresas. Escojamos las actitudes y costumbres a implementar para mejorar el liderazgo en las empresas y fomentar una cultura de colaboración y trabajo en equipo.

Escojamos las actitudes y costumbres a implementar para mejorar el liderazgo en las empresas y fomentar una cultura de colaboración y trabajo en equipo.

¿Los líderes nacen o se hacen? Esa es una pregunta recurrente en las altas esferas corporativas y en las facultades de administración. Un puñado de ejecutivos y académicos se mantienen firmes en su convicción de que el liderazgo es genético, mientras que los restantes enarbolan las banderas del liderazgo aprendido o producido. Nuestro punto de vista es más cercano al segundo grupo, nosotros pensamos que es posible mejorar el liderazgo fomentando hábitos y actitudes dentro de la organización.

El liderazgo se puede definir como una competencia que se desarrolla con los años. Aquí defendemos la tesis de que ser líder está al alcance de todos y que, para lograrlo, no se necesita de un toque divino. La postura que promovemos constantemente es aquella en la que se afirma que los buenos líderes son el resultado de las circunstancias y el entorno.

Bajo esta aproximación, mejorar el liderazgo en las empresas tiene poco que ver con el carisma o los rasgos de la personalidad y mucho que ver con la asunción de responsabilidades, la toma de decisiones, la capacidad de convencer, la tolerancia al fracaso, la serenidad en el éxito y la incesante búsqueda de soluciones. ¡Competencias logrables con el tiempo! Esa es la acepción de liderazgo que más adeptos tiene hoy en el mundo empresarial. Un mundo cada vez más competitivo y volátil que necesita de personas que se conviertan en líderes capaces de enfrentar problemas y propiciar soluciones.

Aprendamos a diferenciar el liderazgo de la gestión

Muchos personajes corporativos —incluidos algunos altos directivos— confunden la gestión con el liderazgo y creen que está asociado a una posición de poder o de alta remuneración. Es por esto por lo que consideramos necesario aclarar las diferencias entre ambos antes de abordar los diez hábitos que se deben instaurar para mejorar el liderazgo en las empresas.

Para explicarlo de una forma simple: la gestión o la administración de una compañía son funciones que le corresponden al área encargada de afrontar la complejidad, mientras que el liderazgo es el motor que promueve el cambio. ¡Ambas importantísimas! Una organización necesita de excelentes gestores y también de líderes capacitados y comprometidos con el desarrollo del negocio. ¿La razón? —No creemos que nadie haga esta pregunta, pero igual queremos dar la respuesta—. Porque cuando la complejidad es muy grande y difícil de manejar se necesitarán de buenos gestores que ordenen el caos, que eviten que la misma compañía ponga en riesgo su existencia. Esos gestores se harán cargo del diseño de los procesos, el establecimiento de los protocolos operativos y el mantenimiento de la coherencia entre la estrategia y la operación en todos los niveles de la estructura. Por su parte, se necesitará de los líderes para definir o cambiar de rumbo ante cualquier adversidad o alteración en el mercado, de metodología o de cultura empresarial; porque sin ellos el cambio se hace difícil.

Cada organización establecerá su prioridad entre liderazgo y gestión

La naturaleza del gerente —o la postura filosófica de sus directivos— y la cultura organizacional, de forma consciente o inconsciente, tenderán a darle una mayor importancia dentro de la compañía al liderazgo o a la gestión. Esto es inevitable, pero lo sano sería equilibrarlas, porque los mercados de hoy nos enfrentan a las dos circunstancias: a entornos cambiantes y a situaciones de extrema complejidad. En consecuencia, se debe trabajar con ahínco en las dos: promover la gestión y mejorar el liderazgo.

El profesor de liderazgo John P. Kotter, en un artículo publicado por Harvard Business Review, usó una sencilla analogía militar para demostrar la importancia de ambas: «Un ejército en tiempo de paz puede sobrevivir con una buena gestión en los diversos niveles jerárquicos, pero en época de guerra se necesitará de un liderazgo competente. Nadie ha encontrado la manera de gestionar con eficacia a los soldados en medio de una batalla, allí es necesario liderarlos».

Habría que decir también que, tanto gestión como liderazgo, piden desarrollar habilidades y ejecutar tareas diferentes. Esas diferencias se hacen visibles, por ejemplo, en la forma como cada una enfrenta el día a día: la gestión combate la complejidad con planes y presupuestos, mientras que el liderazgo promueve el cambio con una visión de futuro. La gestión aborda el orden corporativo con organigramas y roles y el liderazgo se enfoca en la coordinación y la motivación de los equipos. La gestión se soporta en la dirección, mientras el liderazgo en la capacidad de convencimiento para atacar los objetivos planteados. Además, ambas son susceptibles a la optimización individual y colectiva: es posible mejorar el liderazgo y la gestión se puede perfeccionar —las habilidades del gestor no vienen en el ADN—.

¿Cómo mejorar el liderazgo en las empresas?

Algunas organizaciones nos han demostrado que es posible producir líderes destacados en las diferentes áreas del conocimiento. De hecho, los negocios exitosos son aquellos que no se sientan a esperar a que emanen líderes de forma espontánea, sino que se preocupan por desarrollarlos.

¿Cómo lo hacen? Con una buena gestión del talento, buscando personas con potencial de liderazgo para luego exponerlas a experiencias que amplíen ese potencial. Pero contratar e impulsar a estos individuos con potencial es solo el primero de los pasos, se necesita, además, acondicionar un hábitat laboral que acelere el proceso de crecimiento. A continuación, presentamos diez hábitos trascendentales para mejorar el liderazgo en las empresas:

1. Exposición constante a grandes desafíos

Ya lo dijimos al inicio de esta publicación: en gran medida, el liderazgo es el producto de los entornos y de las circunstancias. Cuando una organización obliga a sus equipos de trabajo a enfrentar permanentemente situaciones complejas, motiva el surgimiento de líderes y, a su vez, hace que ellos involucren a los demás en el desarrollo de esas habilidades de liderazgo. La idea principal es enfrentar a todos los colaboradores de la organización a grandes desafíos —sobre todo en las primeras fases de su vida laboral—, para que con estos retos tempraneros las personas se llenen de aprendizajes y experiencias y se vean obligadas a tomar decisiones, persuadir a otros y asumir riesgos.

2. Permitir que los colaboradores asuman riesgos

Cuando los dirigentes de una compañía le dan libertades a los colaboradores para que experimenten y tomen decisiones que impacten los resultados —de forma positiva o negativa—, están demostrando confianza en ellos y deseos de que crezcan como individuos. Las personas que experimentan y deciden sobre aspectos de negocio aprenden y se enriquecen —en la misma medida ante resultados positivos como negativos—. Permitir que los equipos de trabajo asuman esos riesgos controlados significa dar cabida a la autorregulación, y es justamente en medio de este tipo de ambientes en los que nacen los líderes. Las compañías abiertas a la exploración y el empoderamiento de sus colaboradores gozarán de un talento humano maduro y responsable.

3. Promover la retroalimentación

El diálogo sincero, sin temores ni restricciones, nutre a las personas y a las empresas. El diálogo es un potente motor para mejorar el liderazgo en las compañías. Las organizaciones que favorecen la retroalimentación —en el éxito y los fracasos— son las que evolucionan y mejoran su desempeño. A mayor retroalimentación, mejor optimización. Los grandes líderes se forman en ámbitos de libre conversación y de retroalimentación permanente. Quienes se incomodan con esta actitud corporativa, pierden la oportunidad de aprender de sus aciertos y de sus errores.

4. Fomentar la amplitud de conocimiento

Los buenos líderes, por lo general, son personas que han cultivado y estado expuestas a una gran variedad de información y de tareas a lo largo de su carrera profesional. Esta amplitud de conocimientos es uno de sus principales activos, porque a partir de ellos obtienen múltiples perspectivas para entender la problemática y encontrar las soluciones para el beneficio de la organización. Por ende, los directivos deben trabajar en la empresa para que todos los colaboradores persigan dicha amplitud de conocimiento por diferentes vías —la mentoría, la formación y la experimentación—, para garantizar el desarrollo de líderes dentro del negocio.

5. Anteponer el diálogo a las órdenes

Cuando se da una orden se bloquea la posibilidad del diálogo y la persuasión. Quienes imparten instrucciones al equipo cierran la puerta a las personas que pretenden entender, aportar y opinar sobre los problemas y las posibles soluciones. Las compañías que comunican abiertamente los objetivos a sus colaboradores encuentran aliados y promueven la búsqueda de logros a partir de la colaboración. ¡Esa es una magnífica forma de mejorar el liderazgo! Cambiar las órdenes por discusiones abiertas y sinceras sobre las estrategias y tácticas. Para crear líderes tendremos que involucrar a los miembros de los equipos en la toma de decisiones. Eso es clave para el desarrollo de competencias y para el aumento en la colaboración.

6. Crear oportunidades para los colaboradores jóvenes

Abrirse sin restricciones al nuevo talento es una actitud muy enriquecedora para las empresas, pues con esto se forma a los colaboradores bajo los valores corporativos y porque se crea un poderoso sentido de pertenencia. Las organizaciones que dan oportunidades a los jóvenes para que surjan, ayudan al temprano desarrollo de las habilidades de liderazgo y crean un ambiente propicio para su formación. Los colaboradores más leales son aquellos que crecen con el negocio; y cuando esto se hace desde la temprana edad, el vínculo es mucho más fuerte, se estimula el sentimiento de compromiso y gratitud.

7. Construir conexiones empáticas

La empatía —esa capacidad de identificarse, compartir y entender los sentimientos de los demás— es una habilidad prioritaria para la creación de conexiones en los equipos y las compañías. Por esto, se debe cultivar para formar a las personas y mejorar el liderazgo. Aquellas empresas que entiendan la importancia de la empatía ubicarán a sus integrantes en una posición de avanzada para la conformación de equipos y el ascenso de los líderes. La empatía será la herramienta del líder para comunicarse mejor con los colaboradores, establecer relaciones honestas y productivas, promover la colaboración y alentar el involucramiento del colectivo con los objetivos.

8. Motivar la descentralización en la toma de decisiones

Cuando un negocio descentraliza la toma de decisiones gana en agilidad y desarrolla capacidades para competir en los mercados actuales. De la misma forma, descentralizar las decisiones crea una equilibrada distribución de las responsabilidades en los diferentes niveles de la jerarquía organizacional. Es en este punto, cuando las responsabilidades crecen y el trabajo se hace más retador, cuando despuntan los verdaderos líderes dentro de los equipos. Mientras más descentralizados estén los procesos, las decisiones y la operatividad del negocio mejores líderes se conseguirán, pues la asignación de deberes prepara a las personas para posiciones de liderazgo de pequeña y mediana trascendencia.

9. Hacer que los líderes se integren al equipo

Un líder siempre debe ser visto como un miembro del equipo; ningún líder ha logrado el éxito o la trascendencia desde una posición de poder aislada o ajena a la actividad y a los colaboradores. Para mejorar el liderazgo tendremos que insertarnos en la operatividad y enfrentar los problemas cotidianos. Las compañías que rompen estas barreras empresariales y tratan de consolidar grupos de trabajo sin jerarquías fomentan indirectamente el desarrollo de esas anheladas habilidades para el liderazgo. Los mejores equipos trabajan y establecen conexiones, se desprenden de los cargos y se enfocan en la meta.

10. Diseñar entornos de trabajo saludables

Un espacio tóxico para el trabajo es aquel en el que las personas van a ganar dinero para sobrevivir, mientras que un entorno laboral saludable es aquel al que los empleados van a inspirarse y a colaborar con un equipo para obtener un resultado. Los grandes líderes nacen y se desarrollan en este segundo tipo de entornos. Los ambientes abiertos y liberales motivan la creatividad, propician el surgimiento de ideas y favorecen el liderazgo. A la hora de diseñar el espacio de trabajo, los buenos directivos se esfuerzan por conseguir ambientes propicios para la innovación, el flujo de ideas y las conversaciones; en el que se tenga un enorme respeto por las libertades individuales y las responsabilidades colectivas.

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